El zarismo, era una autocracia, es decir, el zar estaba investido de un poder absoluto: gobernada por decreto, no estaba sujeto a ninguna constitución ni tenía que responder ante un Parlamento. Una fiel burocracia y un poderoso ejército aseguraban el control del Imperio, mientras que la Iglesia Ortodoxa constituía uno de los grandes pilares del régimen.
La agricultura era la principal actividad económica y la tierra estaba en manos de unos pocos terratenientes, que pertenecían a una aristocracia privilegiada. La mayoría de la población eran campesinos sometidos a un régimen casi feudal.
En algunas zonas del imperio se había inicidado un proceso industrial impulsado en gran parte por capital extranjero. Allí había surgido un proletariado industrial.
Entre los obreros, se habían difundido el marxismo y en 1898 se fundó el Partido Sociodemócrata Ruso, que en 1912, que en 1912 se escindió entre mencheviques y bolcheviques. Estos últimos, liderados por Lenin, defendían la necesidad de impulsar en Rusia una revolución industrial.
La coyuntura de la Primera Guerra Mundial creó en Rusia las condiciones para un estallido revolucionario. La movilización de millones de campesinos comportó el descenso de la producción agrícola, en un momento en el que la mayor parte de los recursos económicos se dedicaron a la guerra. En consecuencia, el hambre apareció en las ciudades y se extendió el malestar entre obreros y campesinos. Todo ello desacreditó al zar Nicolás II y a su gobierno, que se mostraba incapaz de cambiar la situación.
La población estaba desmoralizada y empezó a organizarse en soviets, es decir, consejos de obreros, campesinos y soldados, que exigían al zar la retirada de la guerra y el fin de la autocracia.
La oposición política al zar aprovechó las circunstancias y tanto los partidos burgueses, como los campesinos y obreros exigieron su abdicación.
En febrero de 1917, estalló una revolución en San Petersburgo que provocó la caída del zarismo. El poder pasó a un gobierno provisional, dirigido por Kerensky y apoyado por los partidos liberales, que inició una serie de reformas. Rusia se convirtió en una República democrática.
La lentitud con que se realizaban la reforma agraria y el mantenimiento de Rusia en la guerra hicieron aumentar el descontento popular y la influencia de los bolcheviques, que deseaban derrocar al gobierno provisional e instaurar el socialismo.
Los bolcheviques aspiraban a la formación de un gobierno de soviets obreros y campesinos. En su programa prometían la paz, el reparto de tierras entre los campesinos, la dirección de las fábricas por los obreros y la nacionalización de la banca y de los medios de transporte.
El 25 de octubre, los soviets, impulsados por los bolcheviques, se sublevaron y en diez días se hicieron con el poder y destituyeron al gobierno provisional. Con el apoyo del Congreso de los Soviets de Rusia, Lenin formó un gobierno obrero.
El nuevo gobierno soviético estableció las primeras medidas revolucionarias: se expropiaron las tierras para repartirlas entre los campesinos, y las fábricas quedaron bajo el control de comités obreros.
El nuevo gobierno soviético tuvo que hacer frente a una guerra civil que duró tres años (1918-1921). Una fracción del ejército zarista, integrada por miembros de las antiguas clases privilegiadas y por campesinos acomodados, organizó el llamado Ejército Blanco, que se levantó en armas.
Los bolcheviques crearon el Ejército Rojo que, bajo la dirección de León Trotski, logró imponerse.
Mucha más información aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario