La rutina diaria consistía en resistir los ataques de la artillería e intentar debilitar al enemigo mediante ofensivas, para lo cual los soldados salían de las trincheras. Con el fin de impedir el avance enemigo, cada bando creaba un entramado de alambres y zanjas que lo hacía imposible.
Además, nuevas armas, cada vez más terribles, endurecieron la guerra. Se fabricaron cañones más poderosos, ametralladoras, y aparecieron los primeros tanques y aviones. En ocasiones se utilizaron gases, que crearon el terror en las trincheras.
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