domingo, 17 de marzo de 2013

La instauración del nazismo en Alemania

En 1918, a punto de finalizar la Primera Guerra Mundial, el káiser Guillermo II abdicó de su cargo y proclamó la República, que estableció en la ciudad de Weimar y se asentó sobre una constitución democrática.
Alemania tuvo que asumir la derrota militar y aceptar las duras condiciones de paz impuestas por los vencedores. En efecto, muchos alemanes consideraron humillante el Tratado de Versalles ya que, acusaba a Alemania de ser la causante de la guerra, le arrebataba territorios, reducía su ejército y le imponía fuertes reparaciones económicas.
Los años de posguerra fueron para Alemania de crisis económica, miseria y paro. Las deudas de guerra y las reparaciones provocaron una elevada inflación, que vino acompañada de una gran depreciación del marco. La república de Weimar, dirigida por democratacristianos y socialistas, tuvo que hacer frente a esta dura situación económica y al descontento de amplios sectores de la población.
Así, en sus primeros años se vio amenazada por sus movimientos revolucionarios de izquierda y por varios intentos de golpes de Estado de la extrema derecha.

Adolf Hitler era un soldado desmovilizado de la Primera Guerra Mundial, que no había aceptado la derrota alemana y en en 1920 fundó el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores de Alemania, del que se erigió líder indiscutible. El partido escogió como emblema la bandera roja con la cruz gamada y se dotó de una organización paramilitar, las Secciones de Asalto (SA).
Su ideología fue recogida en el libro Mi Lucha donde expresó su desprecio por la democracia parlamentaria y su odio al bolchevismo. Asimismo, defendía el antisemitismo, la superioridad de la raza aria y la necesidad de formar un gran imperio que uniese a todos los pueblos de habla alemana.
Para cautivar a las clases trabajadoras, Hitler no dudó en usar la demagogia: prometió trabajo para todos, reducir los beneficios industriales, mejorar los salarios y avanzar hacia una sociedad mas solidaria. En sus discursos, arremetió fuertemente contra los que acusó de ser los responsables de la crisis alemana: judíos, comunistas y demócratas.
Las milicias nazis se opusieron violentamente a la república y protagonizaron varios intentos insurreccionales. También se enfrentaron a las organizaciones y los militantes comunistas, y se presentaron como una garantía de orden social frente a la agitación revolucionaria.

El período entre 1924 y 1929 fue de relativa mejora de las condiciones económicas y de una cierta estabilidad social. Pero las consecuencias de la crisis de 1929 resultaron muy duras en Alemania. La retirada del capital americano arrastró a muchos bancos a la quiebra, lo que provocó el cierre de fábricas, paro y descontento social. En 1932 había más de seis millones de parados en Alemania.
El malestar social inclinó a una buena parte de la población hacia las propuestas de los partidos extremistas. Burgueses arruinados, campesinos y obreros desesperados fueron atraídos por las promesas nazis; los intelectuales y la mayoría de obreros se inclinaron por el partido comunista.
Por otro lado, el partido nazi empezó a contar con el apoyo de importantes personalidades de la industria y de las finanzas y a disponer de fuertes ayudas económicas.
En las elecciones de 1932, el partido nazi consiguió 13 millones de votos y, en enero de 1933, logró que el presidente Hindenburg nombrase a Hitler canciller. Poco después, los escuadrones nazis provocaron un incendio en el Reichstag (Parlamento) y acusaron del mismo a los comunistas.
Este incidente sirvió como pretexto a Hitler para eliminar a sus adversarios y exigir plenos poderes. En 1934, tras la muerte de Hinderburg, se proclamó como Füher y Canciller del III Reich.


Hitler - El reinado del mal: Puedes verlo haciendo click aquí.

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